El otro día fuí al cine a ver la película “Gravity” del director mexicano Alfonso Cuarón. En esta obra, Cuarón continua con su más que prometedora y brillante carrera en la industria de Hollywood que comenzó, con algunas interrupciones, en el año 1995 con “La Princesita”.
Y lo cierto es que viendo “Gravity” tuve sensaciones similares a las que me produjo la exposición de Méliès, recientemente comentada en este blog. Imágenes de una potencia, un realismo y una belleza capaces de transportar al espectador a espacios casi inexplorados en la pantalla de cine. Lo mismo que ya hizo Méliès hace ciento diez años, lo repite Cuarón en esta película. Nos consigue asombrar.
El director nos mete de lleno en la piel de la astronauta y doctora Ryan Stone, viajamos por el espacio como si estuviéramos dentro de su escafandra. Me tendría que remontar a otras dos películas recientes como “El árbol de la vida” o “El curioso caso de Benjamin Button” para encontrar efectos paralelos derivados de su maestría visual.
La sensación de ingravidez, algo parecido a cuando nos bañamos en la piscina y no hacemos pie, y de fragilidad de nuestra propia condición humana ante la inmensidad del espacio son constantes a medida que va avanzando la historia. No puedo dejar de recomendar a quien vaya a ver la película que lo haga en su versión 3D, en este caso si merece la pena. Como ya se ha comentado hasta la saciedad en numerosas críticas sobre la película: “Para esto se invento el cine en 3D” (1).
Otro aspecto muy bien tratado y que subraya perfectamente la sensación de estar físicamente allí es el sonido o su ausencia, el silencio absoluto del espacio llenando la pantalla y como contraste, la desasosegante partitura que irrumpe con fuerza con la llegada de la basura espacial, obra del compositor Steven Price.
También me parecen muy destacables las escenas en el interior de las estaciones espaciales, por su claustrofobia y la sensación de amenaza siempre presente. Otra vez la tecnología, que en ocasiones nos permite alcanzar lo imposible, nos muestra aquí su cara hostil, aquella que la convierte en una jaula para el hombre. Esta temática fué tratada quizás con más profundidad y hondura en películas como “Alien el octavo pasajero” o “2001: una odisea en el espacio” ya que en ellas si era un aspecto fundamental en la trama. No es este el caso en “Gravity”.
Esta es una historia de supervivencia y de superación, de lucha titánica por sobrevivir en condiciones hostiles y casi imposibles. Y en ese sentido, a pesar de ser una película de personajes, profundamente psicológica, la narración se resiente algo en el plano argumental hasta conducirnos a un final (que no desvelaré…) un tanto previsible y marcado por algunos de los canones típicos del cine hollywoodiense. En este sentido, Cuarón hace que su película funcione mejor como película de acción y thriller de suspense que como drama existencial con tintes trascendentales.
Pero esto no la invalida en absoluto. Es cierto que varios aspectos argumentales de la película son un tanto previsibles, que se hace uso de estereotipos bastante manidos del cine de acción y suspense convencionales pero aún así, recomiendo fervientemente su visionado porque a mi entender el espectáculo es tan asombroso, entretenido y brillante, que la hora y media se nos hará corta.